Molinos

El molino constituyó un elemento de interés en la producción de harina, de la energía hidráulica y eólica y se convirtió en el motor de desarrollo que impulsó la industria transformadora.

Estas construcciones se esparcían por arroyos y ríos y formaron parte indisoluble del paisaje de los pueblos, en las aceñas de los ríos. Su desaparición ha estado marcada, como ninguna otra construcción de la arquitectura popular, por la extinción de la actividad para la que se crearon.

Algunos de los molinos que conservaron la maquinaria y la fábrica del edificio en buen estado, se utilizan hoy en la actividad hostelera, dotando de un encanto especial a estos establecimientos cuya decoración convive con el entramado de las piedras de moler, los rodillos, las aspas, etc.

No se usaban sólo para moler el trigo, también servían para abatanar la lana, fabricar pólvora y pasta de papel o incluso para triturar colorantes. Aunque los molinos siempre seguirán unidos al molinero y a la molienda, no se puede olvidar la importancia que tuvieron en la producción de energía eléctrica.

Antiguamente cada pueblo de la Comunidad tenía su propio molino y molinero, pero en la actualidad la mayoría de estas construcciones o se han perdido por falta de uso o están en estado ruinoso, por lo que sería importante acometer su rehabilitación. Los mejor conservados de la zona son los de Carrascal del Río, Cobachuelas en el término municipal de Aldeonte, Duruelo y San Pedro de Gaillos.

Fraguas

La fragua era fundamental en el funcionamiento de los pueblos de la Comunidad de Villa y Tierra. Dado que la principal ocupación de los habitantes de estas tierras era la ganadería, se hacía obligado proceder al herraje de los animales, como también arreglar los desperfectos que pudieran haberse ocasionado en los aperos agrícolas. El herrero solía realizar su tarea a cambio de dinero o de otro producto (trigo, centeno o lino). Entre sus principales tareas estaba la de proteger el casco de los caballos, asnos o mulos, y la pezuña de los bueyes y vacas, a fin de evitar su desgaste. Para ello, el herrero fabricaba las herraduras que luego debían ser calzadas en el potro de herrar.

Las fraguas diseminadas por la zona permiten contemplar, en alguno de de los casos, las principales herramientas del herrero: la fragua, el fuelle, la pileta, la bigornia o yunque, la mesa, la rueda de afilar, la butrola, la clavera, el destajador, la grifa, los camones o cartelas y el depósito de combustible. En la zona de fragua, se fundían los metales de reducidas dimensiones. Los más representativos de la CVT de Sepúlveda son el taller de forja de Boceguillas, que es el más completo de la zona, la fragua de Casla a la que acompaña una noria, y las fraguas de Condado de Castilnovo, Santo Tomé del Puerto, Castillejo de Mesleón y Urueñas.

Potros de Herrar

Los potros de herrar eran las construcciones donde se herraba al ganado. Muchos de los que había en los pueblos de la zona fueron destruyéndose con el paso del tiempo. Para evitar este paulatino deterioro, la CVT de Sepúlveda, a través de este PEDI y del Plan de Dinamización Turística, buscará ayudas para la recuperación de estos y otros elementos etnográficos.

Los potros de herrar solían constar de dos hileras paralelas de tres postes cada una, tradicionalmente de granito, aunque, los más antiguos, eran de madera.

Los dos pares posteriores podían llegar a tener más de dos metros de altura mientras que el anterior era más bajo. Ambos se encontraban unidos longitudinalmente con varas metálicas o palos de madera en su tercio superior, y con una vara metálica en el borde de los dos pares delanteros. Entre los postes que enlazan el primer par con el segundo, se situaba el yugo o lubio.

El animal era introducido dentro del potro e inmovilizado fijándole la cabeza al yugo, y pasándole una o dos cinchas de cuero por debajo de la panza. Estas, apoyadas en los palos o varas longitudinales, así como en las varas metálicas superiores, se accionaban a modo de una polea para elevar al animal.

La bestia, colocada ya en vuelo, estaba en disposición de ser sometida a la extracción de las herraduras viejas. Era entonces cuando el herrador las quitaba ayudándose de escofinas, martillos y tenazas.

A continuación, por medio de una cuchilla plana llamada pujavante, limpiaba y nivelaba el casco o las pezuñas, con objeto de conseguir que la herradura asentase debidamente. Hecho esto, el herrador procedía a la colocación de la nueva herradura, que se sujetaba con clavos

Los potros de herrar mejor conservados dentro de la CVT de Sepúlveda son los de Cabezuela hecho de granito, Casla de madera y Castillejo de Mesleón también de granito.

Fábricas de luz

Se trata de antiguas centrales hidroeléctricas situadas en los cauces y azudes de los ríos que en la actualidad constituyen elementos importantes a la hora de explicar la arquitectura industrial de la zona, con el objeto de ponerlas en valor como recurso turístico. Su origen se remonta al siglo XIX, y es un reflejo de la utilización de la energía del agua en el medio rural. Las pequeñas centrales hidráulicas supusieron en su día una apuesta de modernidad para las poblaciones de la CVT de Sepúlveda. A principios del s. XX existían aún concesiones y casi todos los núcleos grandes contaban con una de ellas. Eran edificios situados en los puntos más profundos de las gargantas con el fin de aprovechar mejor los saltos de agua. Las fábricas de luz cayeron en desuso en las décadas de los años 60 y 70 del s. XX, período en el que se instaló en la comarca la red de alta tensión. En la zona destaca la fábrica de luz de Sepúlveda como la mejor conservada.

Edificios y construcciones singulares

Aparecen profusamente y de forma indiscriminada por todo el territorio. Son los palomares, las fuentes, los palacetes, las fachadas de viviendas tradicionales, los cruceros, los puentes, los muros y hasta poblados enteros que guardan una simetría y una estética propia. Todo ello se enmarca dentro de la denominada arquitectura popular.

Son una serie de construcciones vinculadas a las viviendas, a los oficios, a las tradiciones, a las actividades agroganaderas que se sirven de los materiales más sencillos y próximos para ser levantadas, y su diseño, tamaño y orientación están condicionados por el clima y la orografía. Así, el adobe, el tapial, la piedra y el ladrillo tejen en todo el territorio de la CVT de Sepúlveda un entramado de construcciones que llegan a marcar los perfiles estéticos de toda una comarca. Su estampa sencilla y funcional, gracias a su conservación, aporta al paisaje cultural un elemento paisajístico de enorme valor.

Palomares

De entre los edificios auxiliares que podemos encontrar en el municipio hemos de destacar, principalmente, los palomares. Complemento de la débil economía agrícola y ganadera tradicional en esta zona, el palomar surte a su propietario de uno de los manjares más exquisitos de la gastronomía regional: los pichones.

Encontramos dos tipologías formales: los de planta cuadrada o ligeramente rectangular con cubierta a la molinera y los de planta cuadrada y cubierta a cuatro aguas. Constructivamente los sistemas empleados son similares: cimentación de zanja corrida, muros portantes de mampostería de piedra, armaduras de madera y techumbres de teja curva. Disponen de una puerta de acceso, a veces recercada con piezas monolíticas de piedra, y de una abertura en el tejado para permitir el tránsito de las palomas. Interiormente disponen de numerosos columbarios, construidos frecuentemente con adobe, para facilitar a estas aves las labores de nidificación y cría.

Fuentes

En todo el territorio de la Comunidad aparecen una serie de fuentes de uso público, su función era la de permitir a la población el acceso al agua, tanto para uso de personas como de animales, en unos años en los que no había agua corriente en las viviendas.

Es significativo cómo destacan estas sencillas construcciones del arte popular junto a las manifestaciones artísticas de edificios marcados por otras corrientes arquitectónicas de arte románico o gótico. Aquí hacemos referencia a los más destacados:

  • El Palacete del s. XVII Navares de las Cuevas.
  • La arquitectura tradicional de Sepúlveda y Navares de las Cuevas.
  • Los Vía Crucis de piedra de Navalilla y Ventosilla y Tejadilla.
  • La casa hidalga que se adorna con una pareja de escudos en Navares de Enmedio.
  • Las ruinas de la casa‐palacio de los marqueses de Castroserna y condes de Adanero, en cuya fachada se conserva su escudo de armas en Castroserna de arriba.
  • Las fachadas de viviendas tradicionales en Rebollar.
  • El Cementerio Barroco de San Pedro de Gaillos.

Por otro lado, también hay que destacar otros elementos diseminados por todos los núcleos de población de la zona, con gran valor etnográfico como es el magnífico telar de tejer de Prádena y las innumerables colecciones de aperos de labranza tradicionales que las gentes los pueblos han conservado durante siglos.

Lavaderos

Históricamente los lavaderos eran lugares localizados junto a ríos o fuentes donde se reunían las familias para lavar la ropa. Disponían de un borde de piedra labrada para frotar las prendas y en algunos casos de un tejado para cobijar a las personas del frío y la lluvia. Actualmente muchos han sido restaurados y/o reutilizados como museos etnográficos (Sebúlcor y Fuenterrebollo). Son numerosos los lavaderos presentes en las localidades de la Comunidad de Villa y Tierra de Sepúlveda (Urueñas, Navares de En medio, Navares de las Cuevas, Pajarejos, Valleruela de Sepúlveda, Cabezuela, Sepúlveda, etc…).

Chozos o casillas de los pastores

Son pequeñas construcciones, normalmente de piedras recogidas en los alrededores y sin mortero de hormigón, dotadas de una pequeña puerta de entrada, sin ventanas y algunas con chimenea, en las cuales los pastores podían refugiarse en el campo mientras sus rebaños pastoreaban, cuando las condiciones meteorológicas eran adversas (lluvias, nieve, granizo, calor intenso, etc…). Son muy frecuentes en los ochavos de Las Pedrizas y Valdenavares y Sepúlveda. Su origen es muy antiguo (de hace varios siglos o puede que milenios), dada la gran tradición pastoril de la zona.

Casillas de los resineros

Son pequeñas construcciones, similares a las de los pastores, pero que se localizan en los pinares de pino resinero. El origen de estas construcciones se remonta a finales del siglo XIX, cuando tras la creación del Catálogo de Montes de Utilidad Pública, se ordenaron muchos montes de pino de la provincia de Segovia para el aprovechamiento resinero. Normalmente están construidas con ladrillo y mortero de hormigón, dotadas de puerta de entrada, chimenea y asientos, en las cuales los resineros podían refugiarse de las inclemencias meteorológicas (lluvias, granizo, calor intenso, etc…) y/o descansar en las horas centrales del día tras la comida. En esta comarca son frecuentes en el ochavo de Cantalejo.